Es habitual que cuando vamos al médico con algún tipo de dolor musculoesquelético nos mande alguna prueba de imagen para tener más información y poder hacer un diagnóstico más preciso.
Las pruebas más comunes son la radiografía y la resonancia, sobre todo en problemas de espalda.
La diferencia entre una y otra reside en los tejidos nos permiten observar cada una.
La radiografía nos permite observar principalmente lesiones óseas (fracturas, fisuras, luxaciones, arrancamientos....), sin mostrar los tejidos blandos como músculos, tendones u órganos internos. Aunque también se usa para el diagnóstico de neumonías y otras patologías que no son musculoesqueléticas. Nos aporta una imagen en 2 dimensiones y una de las ventajas que tiene la radiografía es su rapidez.
La Resonancia Magnética nos permite observar los tejidos blandos (músculos, tendones, órganos...) con gran detalle, ofreciendo una imagen tridimensional en diferentes cortes. Requiere más tiempo a la hora de realizarse y en obtener/analizar los resultados, pero nos aporta más información sobre más tejidos.
Qué se necesita en cada momento es decisión del médico que realiza el diagnóstico. No debemos olvidar que se tratan de pruebas complementarias y es el profesional que determina si las necesita o no para dicho diagnóstico.
Además, otro factor importante al observar dichas imágenes es que, a veces, en dichas pruebas pueden aparecer problemas degenerativos que no tengan relación o que no sean causa de nuestro dolor y que ya estaban ahí antes, sin ser relevantes para el proceso actual.
Lo principal es el análisis que el médico realice de la sintomatología del proceso asociada a la información aportada por dichas pruebas.